Diversas corrientes de estudios han dedicado tiempo, recursos y esfuerzo para desarrollar procesos de detección de la mentira. Entre ellas, la investigación de la comunicación no verbal ha cobrado fama con el correr de los años. Se trata de un método basado en la lectura de gestos, expresiones y posturas de una persona a fin de comprender si lo dicho es coherente con lo pensado.
No hay signos, gestos o expresiones que indiquen con precisión quirúrgica si una persona miente o no. Sin embargo, con el conocimiento de diversas estrategias se puede acceder a la decodificación del cuerpo y las emociones.
Hay tres factores emocionales que delatan la mentira: el miedo, la culpa y el engaño.
Existe una energía psíquica que algunos llaman personalidad o carácter. Esta corriente eléctrica, hablando metafóricamente, atraviesa nuestra masa corporal y reacciona cuando aparece la incoherencia entre el pensar, sentir y actuar. Habitualmente, brindan estas capacitaciones personas formadas en Comunicación Social, Psicología o en Programación Neurolingüística.
Lo cierto es que hay una disciplina mucho más poderosa para el conocimiento del cuerpo y sus lenguajes. Se trata de la teoría corporal reichiana, fundamentada por Wilhelm Reich, y continuada por sus seguidores. Curiosamente, estos conocimientos no se enseñan en la mayoría de carreras que requieren el conocimiento de la comunicación no verbal: fuerzas de seguridad, divisiones antinarcóticos, investigadores privados, peritos forenses, psicólogos, la lista es larga y muy abarcativa.
La mentira, reza el refrán popular, tiene las patas cortas ; quienes diseñan las propuestas curriculares tienen la visión corta y requieren conocer nuevas “miradas” de la comunicación que son fundamentales para entender que el cuerpo tiene más respuestas aún que aquello emanado por la boca en forma de sonidos y palabras.