Si eres una de esas personas que no puede evitar ‘enrollarse’ por cualquier comunicación a realizar, este artículo es para que vos.
¿Te consideras una persona que no para de darle vueltas a la realización de un vídeo, charla o entrevista hasta llegar a la extenuación mental? Sea cual sea el motivo, el engranaje mental empieza a funcionar y el clásico «no te rayes» solo sirve para preocuparnos cada vez más y más. A veces, viene bien compartir en vos alta esta situación con otras personas porque así podemos restarle importancia; de hecho, se trata de un mecanismo psicológico que surte efecto aunque sea tan solo hablando con nosotros mismos en voz alta. Pero a muchos esto ya no les funcionará o al contrario, acrecentará el problema en una retroalimentación constante.
Cuando pasamos demasiado tiempo analizando nuestras alocuciones, a menudo terminamos más perdidos de lo que estábamos en un inicio.
Además, el pensamiento persistente excesivo puede desencadenar insomnio, dificultad para concentrarte y una acusada pérdida de energía que, a su vez, conduce a preocupaciones adicionales sobre lo que sentimos, creando así un círculo vicioso que parece no tener fin. En algunos casos, incluso, puede causar a largo plazo ansiedad o fobia social.
La perfección no existe
Otro de los efectos es acabar desarrollando una planificación excesiva de lo que queremos decir, hasta el punto de agobiarnos si no tenemos todo lo controlado que nos gustaría. Esto nos puede conducir hacia una personalidad perfeccionista que no es nada sana, ya que a lo largo de nuestra experiencia nos encontramos con acontecimientos que escapan a nuestro control, generando mucha frustración y preocupación innecesaria.
«Los pensamientos son efímeros y dejarán de existir si no gastas energía mental en ellos»
Ante este panorama, recomiendo reflexionar sobre el pensamiento interior, mostrándonos críticos no solo con el objeto o sujeto de aquello que nos preocupa o agobia, sino también con la forma en la que se desencadena la preocupación en nuestra mente. Es decir, no solo se basa en restar importancia a lo que nos inquieta y darnos cuenta de que no es un problema tan grande; también en identificar cómo aparece y por qué.
No es el pensamiento lo que causa síntomas desagradables, sino el tiempo que pasas rumiándolo. Entonces, puedes aprender a controlar la mente si realmente quieres seguir enfocada en esa preocupación o más bien dejarlo estar. En mi proceso de dejar ir los pensamientos busqué diversos métodos: terapia energética, yoga, PNL, Teatro, entre otros. La clave está en integrar pensamientos, cuerpo y respiración. Cuando logramos ese equilibrio comenzamos a danzar al ritmo de las conversaciones.
Suele preguntar en charlas con distintos públicos si pagarían por un curso o sesión de respiración, mayoritariamente entre risas… me dicen NO… Yo sonriendo les respondo: ¿ sacarían el auto a la ruta sin cargar nafta?. FIN.